Actualidad

  • Nuestra sociedad civil

    28 octubre 2016

    Escrito semanal del Sr. Arzobispo de Toledo, D. Braulio Rodríguez Plaza

    Nuestra sociedad española y toledana sin duda tiene muchos problemas y pasa por una crisis no sólo de valores, sino sobre todo de virtudes, que poseídas por hombres y mujeres concretos impulsen a los demás a conductas virtuosas, hacia el bien común. Hay demasiada arrogancia, demasiada corrupción, excesivo apoderarse de lo ajeno y buscar sólo el propio interés. Pero seríamos injustos si pensáramos que todo está mal en nuestra sociedad y que no hay esperanza; que ya no hay hombres y mujeres que sean capaces de esforzarse por los demás, de arriesgar su vida por causas justas, que trabajan en la sombra haciendo el bien, sin alharacas, sin buscar recompensas. Me permito indicarles que observen a su alrededor. Creo que verán que hay mucha gente que merece la pena. No hace muchos días, me decía una persona que hay gente magnífica en la llamada “sociedad civil”. Lo afirmaba a propósito del buen hacer y el ejemplo estupendo de bomberos de Talavera de la Reina en cómo ejercieron su cometido en el reciente derrumbe de un tiempo parroquial en esa ciudad, con gestos muy de agradecer. Pero lo mismo hacen otros bomberos en ocasiones parecidas o en catástrofes en España o fuera de ella. Otros ejemplos podrían mostrarse de miembros de los cuerpos de seguridad del Estado, que ustedes sin duda conocen. Y en el mundo de voluntariado estos gestos se pueden multiplicar hasta el infinito. Estoy hablando de personas sencillas de nuestro entorno, sin especificar si son católicos o no. Yo conozco tantos hermanos en nuestras comunidades parroquiales que son coherentes con la fe que profesan. Por supuesto, y que nos dan cada día una lección de amor a los más necesitados. En absoluto creo yo que la fe impida el ser virtuoso; al revés, la fe y el amor cristiano da un enorme impulso para mover a esta sociedad nuestra al bien. Pero ahora estoy hablando en general, de tanta gente buena que son un verdadero aldabonazo a nuestra conciencia egoísta y que no duda en ayudar y dar ejemplo. ¿Por qué, entonces, existe tanto pesimismo entre nuestros contemporáneos? No hay una sola causa; hay muchas. Ahora aludiremos a alguna de ellas. Pero quiero referirme ahora a otro asunto: yo sé que el pecado es una realidad con la que no cuentan muchos de los agentes sociales influyentes en nuestro mundo a la hora de resolver problemas, pero el ser humano tiende al bien, tiene nostalgia de él; se mueve por amor, aunque sea por caminos en ocasiones torcidos. No busca el mal por el mal. Por eso es tan importante que haya padres que den ejemplo a sus hijos y profesionales que sean honrados, buenos sacerdotes que sirvan a sus fieles y a quienes no lo sean, buenos profesores que saquen de sus alumnos cuanto bueno tiene éstos en su interior. Por eso igualmente es tan importante que los políticos, o la sociedad política, den buenos ejemplos, sean virtuosos. Sí; ser virtuoso no significan que tengan que ser católicos practicantes. Ya nos gustaría, si ellos lo desearan. No se asusten, que no estoy diciendo que haya partidos católicos, que respondan a las expectativas en todo de los discípulos de Cristo, sino que haya católicos en los partidos. Estoy diciendo que los hombres y mujeres que se dediquen a la noble tarea de la política, de la vida pública, deben ser virtuosos, sin doble cara, sin doble vida, dando ejemplo de servicio a los demás. ¿No lo son los actuales? No soy quien para emitir ese juicio de ninguna persona en particular, pero la clase política debe aprender la lección de estos últimos años, de estos últimos meses. Les necesitamos, pero para que sirvan a la sociedad y no a ellos y a sus partidos o ideologías. Bastantes han sido los malos ejemplos y las malas costumbres a la hora de tratar de resolver los verdaderos problemas. Yo pido a Dios por ellos. Precisamente porque son necesarios y tanta gente buena sigue esperando. +Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Toledo

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  • Angelus del Papa - Domingo 23 de octubre

    25 octubre 2016

    El Papa reza por la paz en Irak y saluda a comunidad peruana en Roma

    Al finalizar el rezo del Angelus, el Papa Francisco dirigió un renovado llamamiento a favor de la paz de la región de Oriente Medio, en particular, por la población en Irak, saludó a los peregrinos polacos y a la comunidad peruana en Roma. "En estas horas dramáticas, soy cercano a la entera población de Irak, en particular a aquella de la ciudad de Mosul. Nuestros ánimos han sido sacudidos por los terribles actos de violencia que desde hace demasiado tiempo se están cometiendo en contra de los ciudadanos inocentes, sean musulmanes sean cristianos, pertenezcan a otras etnias o religiones. He quedado dolorido al escuchar las noticias del asesinato a sangre fría de numerosos hijos de aquella amada tierra, entre los cuales también tantos niños. Esta crueldad nos hace llorar, dejándonos sin palabras. A la palabra de solidaridad se une la certeza de mi recuerdo en la oración, para que en Irak, aunque si está siendo duramente golpeada, sea fuerte y firme en la esperanza para que pueda dirigirse hacia un futuro de seguridad, de reconciliación y de paz. Por esto pido a todos ustedes unirse a mi oración, en silencio”. Posteriormente, el Pontífice saludó con cariño a los numerosos peregrinos reunidos de diferentes partes del mundo. En primer lugar, como es habitual, el Obispo de Roma bendijo a grupos procedentes de diferentes diócesis de Italia, y aunque si no pudo saludar a cada uno de los tantos grupos de fieles presentes de las parroquias italianas, los animó a "continuar con alegría su camino de fe". Después, saludó a los peregrinos de Polonia que viajaron a Roma con ocasión del 1050º aniversario de la presencia del cristianismo en la tierra natal de Juan Pablo II. Por otro lado, el Papa Francisco dirigió un pensamiento especial a "la comunidad peruana de Roma, reunida con la sagrada imagen del Señor de los Milagros". "Están presentes grupos de fieles de tantas parroquias italianas: no me es posible saludarlas a cada una, pero los animo a continuar con alegría su camino de fe. Dirijo un pensamiento especial a la comunidad peruana de Roma, aquí reunida con la sagrada imagen del Señor de los Milagros". "A todos les doy las gracias y les saludo con afecto. Buen domingo. Y por favor, no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y ¡hasta pronto!".

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  • Domund ´2016 - Sal de tu tierra

    20 octubre 2016

    Escrito semanal del Sr. Arzobispo de Toledo, D. Braulio Rodríguez Plaza

    Todos estamos invitados a “salir”, como discípulos misioneros ¿A dónde tenemos que ir como discípulos de Jesús? Está claro: a llevar el mensaje de la ternura y la compasión de Dios a toda la familia humana. Pero, ¿quién nos hace esa invitación? Alguien que está haciendo esta misma llamada desde hace muchos siglos, cuando le dijo a Abraham, el padre de los creyentes: “Sal de tu tierra, de tu patria, de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré” (Gén 12,1). ¿Desde hace tanto tiempo está Dios así? Sí, y Abraham salió a una nueva tierra. Y muchos lo hicieron a los largo de estos casi 40 siglos desde que fue invitado Abraham. “Pero yo estoy bien aquí”, dirás; “¿por qué tengo que salir de mí mismo, de mi casa, de mi comodidad?”. Aunque aquí haya muchos problemas y trabajo que hacer, se necesitan cristianos que, como discípulos misioneros, pongan al servicio de los demás los propios talentos, sabiduría y experiencia. ¿Quién envía? El envío y el destino lo hace Jesucristo y su Iglesia; y el papa Francisco, y el Obispo de una Diócesis, y una comunidad concreta. Entonces, ¿todos debemos ser misioneros en América, África, Asia y Oceanía? Hay que sentirse enviado todos, y no de la misma manera, a la misión que decimos “ad gentes”, pues es universal y no tiene fronteras. Esta misión “ad gentes”, a lugares donde la Iglesia de Cristo no está presente o está comenzando, es necesaria, porque hay mucha gente que está esperando lo más grande de Dios: su mensaje de ternura y compasión. El Padre de los cielos siente una profunda alegría cada vez que encuentra a una criatura humana frágil, que necesita el amor del Dios bondadoso, atento y fiel. Dios Padre quiere, por eso, que la manifestación más alta y consumada de su misericordia, que es Jesús, su Hijo, sea conocido y ofrecido a todos. Aceptando a Jesús, siguiéndole a Él como camino y por medio de su Evangelio y de los sacramentos, podemos llegar a ser misericordiosos como nuestro Padre de los cielos. Tenemos que tener muy en cuenta, queridos católicos toledanos, que la Iglesia, de la que formamos parte es, por, en medio de la humanidad, la primera comunidad que vive de la misericordia de Cristo. Y ésta ha de llegar a todas partes. ¿Quiere esto decir que todos en esta Diócesis hemos de partir a todos los continentes y ser misioneros “ad gentes”? No será verdad tanta hermosura. No es eso. Todos tenemos que salir de nosotros mismos y amar y servir a los demás. Necesitamos esos misioneros que vayan a la misión. Ellos son lo mejor de lo mejor entre los discípulos de Jesús: hombres y mujeres, testigos del amor de misericordia. Y hemos de orar por ello y ayudarlos desde aquí. Pero también son misioneros los que aquí vivimos, si verdaderamente somos testigos del amor de Jesucristo. Aquí debemos hacer el servicio de la caridad, junto a la labor evangelizadora. Aquí se necesitan católicos que no se queden en su “corralito”. Está la labor educativa, las campañas de ayuda en favor de esta o aquella misión o misionero. Si tú no estás preocupado por el servicio materno de la misericordia, que tanto ayuda a los pueblos que todavía no conocen al Señor, para que lo encuentren y lo amen, no eres misionero ni aquí ni allí, y no podrás oír la voz del Señor que dice: “Sal de tu tierra”. Lo único que harás será echar unas monedas al cestillo el día del Domund. Y eso no es. Se necesitan misioneros “ad gentes”, personas concretas que vayan. Hay católicos que no pueden ir. Conozco a una comunidad de monjas de clausura que idearon ser misioneras, fundando una comunidad en África, no para salir del monasterio e ir de acá para allá. No. Enviaron allí a algunas Hermanas y desde España empeñaron su trabajo y su dinero. Pero desde allí, en África, les llegó la fuerza para tener un corazón más grande y universal, que da sentido a lo pequeño de cada día. Saben que su vida escondida en el claustro da fruto en el mundo entero. Debemos estar inquietos por ese Cristo que deben conocer los que no han oído hablar de Él. Estar inquietos aquí; de lo contrario, ¿cómo habrá alguien que quiera marchar a otros lugares para anunciar la Buena Nueva de Jesús y ser misionero “ad gentes”? “Sal de tu tierra” será una invitación que siempre sonará porque el Dios vivo sigue haciéndola. ¿Llegará hasta ti? +Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Toledo

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