Actualidad

  • URGENCIA DE ANUNCIAR A JESUCRISTO

    28 febrero 2019

    Escrito semanal del Sr. Arzobispo de Toledo, D. Braulio Rodríguez Plaza

    Pienso que en el momento actual urge mucho anunciar a Jesucristo y su Evangelio. Quienes intentamos vivir la fe cristiana, y nos preocupa que nuestros contemporáneos se encuentren con el Señor, hemos de dejar nacer a Cristo en nuestra sociedad y que su Espíritu se desarrolle de manera que este nacimiento de Jesús en la Iglesia y en las almas pueda ser reconocido y percibido en toda su riqueza y en el mundo ambiguo de creencias, de búsquedas de paz efímeras y de deseos de tener energías nuevas. Hablemos, pues, de Cristo, el Señor como de Alguien a quien conocemos bien y no de oídas; en quien confiamos porque nos fiamos de Él; con quien contamos en el caminar de la vida; a quien amamos porque le hemos encontrado nosotros mismos y, por ello, podemos mostrarlo con su ayuda naturalmente. Nuestra fe no es abstracta, no creemos en cosas raras, ni en maravillosísmos. Creemos a Cristo, Hijo de Dios e Hijo del Hombre, amigo en el camino de la vida, porque Él es el Camino y la Verdad y la Vida. Necesitan nuestros contemporáneos que les mostremos que nuestra vida no tiene sentido sin Cristo. Nosotros tenemos que estar convencidos de que podemos meditar y hablar siempre de las cosas de Dios en la vida diaria, estando en casa. Por la palabra “casa” podemos entender la Iglesia o, también, nosotros mismos. Pero hablemos siempre de Él con palabras y obras. Urge proclamar: Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo. Es Él quien nos ha revelado al Dios invisible, de modo que lo invisible de Cristo es Dios Padre y lo visible de Dios Padre es el Hijo. Y Él es “el primogénito de toda criatura, en el que todo se mantiene”. Por eso, no podemos hablar de Cristo de cualquier manera: hemos de sentir la necesidad de anunciarlo, y no callar su grandeza: “Ay de mí- dice san Pablo- si no evangelizo” (1Cor 9, 16). Yo debo confesar su nombre y lo que significa: Jesús es Cristo, Hijo de Dios vivo. Él es el centro de la historia y del mundo; Él es el que nos conoce y nos ama de manera increíble; Él es el compañero y amigo de nuestra vida, en las penas y las alegrías; Él es el hombre del dolor, asumido por nosotros y que trae la esperanza. Nunca terminaría de hablar de Él, confesó san Pablo VI en una memorable homilía en el “Quezon Circle” de Manila en 1970, pues es la luz, es la vida. Él es el pan, la fuente de agua vida que sacia nuestra hambre y nuestra sed. ¿Puede Cristo ser también el que puede incluso resolver los problemas prácticos y concretos de la vida presente, y valer para dirigir mi vida cuando se encuentra en situaciones cruciales? ¿Qué puede hacer por nosotros en esas circunstancias? Con otras palabras, ¿puede la concepción cristiana de la vida, que surge de la fe en Cristo, inspirar una verdadera renovación social en mí y en la sociedad en la que vivimos? ¿Podrá ajustarse esa forma de ver las cosas desde Cristo a las exigencias de la vida moderna, y favorecer el progreso y el bienestar para todos? Son muchas preguntas sin duda, pero un discípulo de Cristo puede responder afirmativamente que Él puede ser salvación incluso en el nivel terreno y humano de la vida práctica de cada día, aunque esto suponga remar contracorriente. Hay que subrayar, no obstante, que Cristo promulga perennemente su gran mandamiento del amor, que es su mandamiento nuevo: “Amamos unos a otros como yo os he amado” (Jn 13, 34-35). En este sentido, no existe ningún fermento social más fuerte y mejor que este mandamiento de Cristo para poner en movimiento energías morales incomparables para denunciar todo egoísmo, toda injusticia, toda tardanza y todo olvido de intentar solucionar o paliar las necesidades de los otros. Él ha proclamado la igualdad y la fraternidad de todos los hombres, basada en la paternidad sobre nosotros de su Padre, que Jesús nos ha desvelado. ¿Qué esperamos, pues, hermanos para anunciar y poner en práctica este mandamiento nuevo de Jesús que cambiar las relaciones entre los hombres y mujeres? Braulio Rodríguez Plaza Arzobispo de Toledo, Primado de España

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  • DISCIPULOS Y MISIONEROS

    19 mayo 2018

    Escrito semanal del Sr. Arzobispo de Toledo, D. Braulio Rodríguez Plaza

    En la fiesta grande, que cierra los cincuenta días de la Pascua, pedimos al Espíritu Santo que nos impulse a la gran obra de la evangelización, con mucho talante misionero en todos los discípulos de Cristo. Pero lo pedimos especialmente para los fieles laicos, porque las circunstancias actuales piden en ellos un apostolado mucho más intenso y más amplio… Y este apostolado se hace más urgente porque ha crecido muchísimo, como es justo, la autonomía de muchos sectores de la vida humana, y a veces con cierta separación del orden ético y religioso y con gran peligro de la vida cristiana” (A.A. n. 1). Esta llamada del Concilio Vaticano II a los fieles laicos es cada día más evidente, pues sin ellos y su actividad la indiferencia religiosa y el olvido de una sana antropología hace y hará daño a la persona humana. Pensemos en la fuerza que tiene la ideología de género y su potencia para imponerse en la sociedad. El ejemplo más cercano es el anuncio de la aprobación del Plan estratégico de Igualdad de la Junta de Comunidades por parte del vicepresidente del Gobierno regional. Bienvenida sea la igualdad, pero también aparece en esa información que en las próximas semanas el Gobierno de la Junta remitirá a las Cortes el anteproyecto por una sociedad libre de violencia de género, del que habló no hace mucho el mismo Presidente. Se quiere, sí, erradicar la violencia contra las mujeres, pero que no oculta que en ese anteproyecto aparece en su contenido una asignatura obligatoria que sin duda posee una clara ideología de género como medio casi único de luchar contra esa nefasta violencia. Sin duda que estamos ante una manera equivocada de combatir la desigualdad, o, al menos, que no tiene en cuenta lo que es el ser humano, mujer y hombre. Otros modos de combatir esa lacra de violencia contra las mujeres existen. Por eso se debe huir del pensamiento único y abrirse a soluciones más acordes con lo que es el ser humano. La peculiaridad de la actividad evangelizadora del apostolado de los fieles laicos es cada vez más necesario, porque este apostolado tiene su origen en el Bautismo. Cada fiel laico se convierte en discípulo misionero de Cristo, en sal de la tierra y en luz del mundo, por lo que la presencia pública de los fieles laicos es sumamente urgente. El Papa Francisco afirma en Evagelii Gaudium 120 que “La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados…”, para que nadie postergue su compromiso con la evangelización”. Pero el Papa dice más. Dice que, si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones. “Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos somos “discípulos” y “misioneros”, sino que somos siempre “discípulos y misioneros” (EG, 120). Querido fieles laicos: necesitamos laicos que arriesguen “que se ensucien las manos, que no tenga miedo a equivocarse, que salgan adelante. Necesitamos laicos con visión de futuro, no cerrados en las pequeñeces de la vida” (Papa Francisco al Pontificio Consejo para los Licos, el 17 de junio de 2016). Ser discípulos misioneros de Cristo significa poner al Señor en el centro de nuestra propia existencia; y nutrirnos de la oración, la escucha de la Palabra y los Sacramentos, especialmente la Eucaristía. Un último apunte. Cuando en Pentecostés celebramos la Jornada de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, hay que animar también a los jóvenes católicos que acojan la llamada al amor y a la vida en plenitud. Y pedirles que ayuden a otros jóvenes a identificar la manera más eficaz para anunciar hoy la Buena Noticia del Evangelio. De otro modo, ¿cómo, si no es a través de los jóvenes, podrá la Iglesia evangelizar y que se oiga la voz del Señor también en nuestro mundo de hoy? Braulio Rodríguez Plaza Arzobispo de Toledo y Primado de España

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  • OTRA CARTA A NIÑOS

    7 mayo 2018

    Escrito semanal del Sr. Arzobispo de Toledo, D. Braulio Rodríguez Plaza

    Sí, es una carta a vosotros, chicas y chicos que estáis a punto de recibir otro sacramento de iniciación para ser cristianos por dentro: la Primera Comunión en la Misa Dominical. Os quedan, por tanto, pocos días para esa fiesta. Cada uno de vosotros ha estado en catequesis preparando tu corazón para ese día señalado. Sin duda que habéis recibido la ayuda de vuestros padres, o del colegio y, como no, de vuestras parroquias. ¿Qué hay que hacer ante todo esto? Lo primero es preparar tu corazón y rezar esos días un poco más. Habla con Jesús cada día; es algo que puedes hacer en casa o visitando a Jesús en el Sagrario, pues está contigo siempre esperándote. Él es el Señor quien, en adelante, te alimentará y dará fuerza en la Comunión de la Misa dominical, a la que tienes obligación a asistir después de la Primera Comunión. ¿Cómo, si no hablas con frecuencia con Jesús, vas a ser una gran persona, un buen o buena cristiana? ¡Cuánto has aprendido en catequesis sobre quién es Jesús! Si quieres, me escribes una carta contándome las cosas que más te han gustado en este tiempo de preparación a tu Primera Comunión. Te prometo leerla y pedir por ti y tu familia. Pero me interesa también que sepas muy bien que cuando se conoce y se ama a Jesús, inmediatamente uno empieza a pensar más en los demás. No todos tienen la misma suerte que tú en este mundo. A mí no me parece mal, por ejemplo, que de todos los regalos y dinero que recibas, guardes algo para otros niños que no tienen nada. “¿Y cómo hago esto?”, me puedes preguntar; pues en tu parroquia saben dónde está, por ejemplo, las Misiones, o Cáritas o Manos Unidas, y desde ahí puedes enviar lo que tú desees regalar a otros niños, que seguro que lo están pasando mal. Ahora, quiero decirte otra cosa: estoy seguro que tú quieres ser buen amigo de Jesús. Pues no te olvides de que esa amistad hay que cuidarla. Pasa lo mismo que cuando tienes amigos y compañeros en el Colegio, en tu barrio, en tu parroquia, y quieres seguir siendo amigo de ellos: os veis con frecuencia, jugáis juntos, os ayudáis, celebráis los cumpleaños; también te gusta contarles tus cosas y hacer planes juntos. Y eso, ¿se puede hacer también con Jesús? Pues claro, para eso Cristo ha resucitado, está vivo, y a tu lado. Cuando tú rezas, vas a Misa, continúas yendo a catequesis o a clase de Religión estás creciendo en la amistad con Jesús. Me parece además que es el momento de que, junto a la tablet, los videojuegos, debes tener en casa un libro con los cuatro evangelios de Jesús y leer de vez en cuando, algo de esos evangelios, pues son las cosas que hizo y que dijo Jesús. Y son preciosas. ¿Te podrías comprometer también, desde tu Primera Comunión a tres cosillas interesantes? Primera: que celebres la Misa cada domingo recibiendo a Jesús sacramentado, y, si lo necesitas, confiésate con el sacerdote como lo has hecho la primera vez. Segunda: reza para que haya más sacerdotes y religiosos, buenos y santos, para que en las parroquias haya siempre buenas personas que ayuden a los demás a ser buenos catequistas, buenos papás, buena gente que ayude a otros. Tercera: preocúpate más de colaborar en casa, de querer siempre a tus padres, de visitar a los abuelos y de ayudar a los amigos que lo estén pasando mal… Me despido deseándote una buena Comunión, un día feliz. Ojalá no estés nervioso o preocupado por cosas que no tienen tanta importancia como los regalos, las fotos. Me parece que hay que dar más importancia a la segunda, a la tercera, a la cuarta comunión, a las que vengan después. Rezaré por ti y tus padres, por los tuyos a la Virgen María. ¿Rezarás tú por mí? Te lo agradezco de corazón. Braulio Rodríguez Plaza Arzobispo de Toledo y Primado de España

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