Actualidad

  • Un nuevo comienzo

    8 marzo 2017

    Escrito semanal del Sr. Arzobispo de Toledo, D. Braulio Rodríguez Plaza

    Es suerte verdadera la que tenemos los cristianos: ¡poder empezar la preparación de la renovación anual de la Pascua! Un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a algo grande y seguro, la victoria de Cristo sobre la muerte y sobre cuánto hay de pecado, de negativo en nuestras personas. He aquí lo que es la Cuaresma, no la caricatura que de ella hacen quienes no conocen de qué se trata. Creo que mi mejor consejo para quienes formáis esta Iglesia diocesana está, en esta ocasión, en glosar el mensaje que el papa Francisco nos ha confiado para la Cuaresma 2017. Es cierto que en Cuaresma recibimos una fuerte llamada a volver a Dios de “todo corazón” (Jl 2,12), pero este volver difícilmente puede estar en nuestra mano si no acrecentamos la amistad con el Señor, que nos evita una vida mediocre. Él es el amigo que nos espera para caminar con Él hacia el monte de la Pascua. ¿Qué hemos e hacer? No se trata de hacer muchas cosas, únicamente intensificar la vida según el Espíritu y dedicarnos con sencillez al ayuno, la oración y la limosna. Pero el Papa indica lo que puede llenar nuestras vidas vacías y que habéis escuchado mucho en este curso pastoral: escuchar y meditar con mayor frecuencia la Palabra de Dios. ¡Cuántas posibilidades tenemos aquí, si en la “lectio divina” vamos a la Escritura Santa y nos ponemos a oír el texto sagrado, a preguntarnos qué nos dice este o aquel pasaje concreto, meditar y contemplar, sacando algún propósito para cambiar la vida. El Papa Francisco nos ofrece ese pasaje de Lc 16,19-31, un capítulo interesante porque trata todo él de nuestra actitud ante los bienes, los dineros. Una estupenda ocasión para ver cómo nos movemos en este ámbito, pues toca a nuestra actitud ante el supuesto amor a Dios y, cuando afecta al bolsillo, al prójimo. El pobre, que recibe un nombre concreto, Lázaro (=Dios ayuda), y el denominado simplemente como “rico”. El primero es presentado con toda clase de detalles en la parábola de Jesús, con rasgos precisos como alguien conocido que tiene una historia personal, familiar. Prueba de que es el justificado por Jesús, no el rico. Pero no por rico, sino por obtuso por no ver a Lázaro y no darse cuenta de su situación. El cuadro que pinta san Lucas es, pues, sombrío, pues hay una persona degradada y humillada, pero querido y recordado por Dios y no una carga molesta. ¡Cuidado! Ahí somos nosotros fotografiados. El Papa remarca que la Cuaresma es un tiempo propicio para abrir la puerta de nuestro corazón al otro, porque cada persona es un don, sea vecino nuestro o un pobre desconocido, y hemos de reconocer en él o en ella el rostro de Cristo. Los encontramos en nuestro camino, y no es preciso buscar mucho. Si hacemos esa lectura eclesial, según el Espíritu Santo, de este texto de san Lucas, la fuerza de la Palabra de Dios nos ayudará a abrir los ojos para acoger la vida de nuestros prójimos y amarla, sobre todo cuando es débil. Otro aspecto del mensaje del Papa quiero subrayar: el pecado nos ciega, porque con frecuencia negamos que nos afecte. Por eso la parábola de Jesús es despiadada, al mostrar las contradicciones en las que se encuentra el rico (cfr. V. 19). Su riqueza es excesiva, y además la exhibía de manera habitual. En él se vislumbra la corrupción del pecado, según ese itinerario de caer en él que describe san Ignacio de Loyola cuando habla de las clases de hombre (o mujer): el amor al dinero, la vanidad y al soberbia. Y el dinero, que parece muy exterior a nosotros, puede llegar a dominarnos, a someternos a una lógica egoísta que no deja lugar al amor e impide la paz. Y además, nos hace, como al epulón, vanidosos y tener una apariencia que esconde un vacío: la de la dimensión más superficial y efímera de la existencia humana. Sin duda que este evangelio del rico epulón y el pobre Lázaro nos ayuda bien para la Pascua que se acerca. Es parábola rica en matices, que aborda el amor a Dios que da la dignidad a todas las personas por lo que son, no por lo que tienes. Si te encuentras con Cristo en profundidad, verás cómo este texto se iluminará para ti y te ayudará a ti y a mí a realizar el camino de la conversión, redescubrir el don de la Palabra de Dios, y redescubrir a Cristo presente en los más necesitados. +Braulio, Arzobispo de Toledo. Primado de España

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  • Maestro, ¿dónde vives? Venid y lo veréis (Jn 1, 36-39)

    1 marzo 2017

    Escrito semanal del Sr. Arzobispo de Toledo, D. Braulio Rodríguez Plaza

    En el inicio de la Cuaresma, que no olvidemos tiene como fin preparar la Pascua del Señor, ¿por qué no hacer todos una lectura espiritual y eclesial (“Lectio divina) del pasaje evangélico de Juan, 1,35-39? Nos vendría bien, puesto que ese relato precioso tiene que ver con nuestro seguimiento de Jesús que nos llama y nos invita a conocerlo mejor. Especialmente apropiado es para los jóvenes. Y explico por qué. El próximo Sínodo de Obispos, que tendrá lugar en octubre de 2018, el Papa Francisco ha querido que tenga como tema “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”. Y precisamente, para esta ocasión, el “icono evangélico” que fije nuestra atención es este pasaje del evangelio de san Juan, donde Jesús pregunta a dos discípulos del Bautista: “¿Qué buscáis? Y ellos respondieron: Maestro, “¿dónde vives?”; a lo que respondió Jesús: “Venid y lo veréis”. El texto habla del encuentro de Jesús con dos personas concretas: Andrés y, probablemente, el mismo Juan evangelista. Eran discípulos del Bautista, pero, después de estar con Jesús esa tarde, el impacto del encuentro de aquel día fue imborrable. Ese encuentro colmará las esperanzas de los dos que conocieron por primera vez a Jesús; y llenará de luz y de fuerza su vida en camino. Acontece aquí con estos discípulos lo que el Papa Benedicto XVI expresaba en aquella hermosa carta “Dios es amor”: únicamente se hace uno cristiano cuando se da ese encuentro con la persona viva de Cristo; no hay otra forma de llegar a ser discípulo: Jesús nos responde cuando preguntamos y, al mismo tiempo, nos pregunta, como ocurrió con Juan y Andrés. Y comienza un itinerario, que sigue y tiende a llegar a su culmen, hasta el final. Pero aquí es preciso que nosotros nos preguntemos si buscamos, si respondemos a las preguntas de Jesús: “¿Qué buscáis?”. El documento que hace algunas semanas apareció para ese Sínodo de Obispos 2018 (llamado Lineamenta, esto es, materiales básicos para abordar el tema) contiene tres realidades: jóvenes, fe y discernimiento vocacional. Sin duda que es más urgente que los jóvenes comprendidos entre los 16 y los 29 años respondan a Jesús y se encuentren con Él en “su hoy”, porque están en una fase decisiva de su vida. Pero los que hemos podido pronunciar en nuestro “hoy” el sí a Cristo con la experiencia del encuentro con Él a los 15, 20, 40, 60 y más años, podemos seguir encontrándonos con Él, para continuar en su seguimiento. Cristo es el mismo, ayer, hoy y para siempre. Son muy apropiadas las palabras del Papa Francisco: “Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso… porque nadie queda excluido de la alegría proporcionada por el Señor” (Evangelii gaudium, 3). Cuaresma es tiempo de fe, de discernimiento y de vocación, de llamada, aspectos de la vida cristiana que son inseparables. El hombre y la mujer, por definición, es vocación, recorrido hacia la meta, maduración, peregrino que con los demás va ofreciendo y recibiendo. Si hablamos de llamadas, Dios nos llama muchas veces: cuando fuimos creados a su imagen y semejanza al ser engendrados por nuestros padres; la segunda llamada es a formar parte de la Iglesia, cuando ella nos da a luz en el Bautismo y nos otorga la fe y el Evangelio. Ya dentro de la Iglesia, hay llamadas a vocaciones diferentes y todas excelentes (matrimonio cristiano, al ministerio sacerdotal, a la vida religiosa). Pero además, cada uno de nosotros es irrepetible, amado directamente por Dios en Cristo, y por ello recibido la llamada a ser nosotros mismos, respondiendo al diseño de Dios. Cuaresma es momento de escuchar más la Escritura, orar con Cristo, examinar nuestra vida, pedir el auxilio del Señor, convertir los pasos de nuestra vida en la dirección de Dios. El Espíritu Santo nos proporciona la fuerza necesaria. No dudemos en abrir nuestro corazón. Pido al Señor por vosotros, con la intercesión de la Virgen, los Apóstoles y los Evangelistas. Braulio Rodríguez Plaza Arzobispo de Toledo y Primado de España

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  • Algunas sorpresas

    22 febrero 2017

    Escrito semanal del Sr. Arzobispo de Toledo, D. Braulio Rodríguez Plaza

    ¡Hay que ver cómo se parecen los partidos políticos en determinadas concepciones de la vida social y ética de los ciudadanos para los que legislan! Alguien considerará que esta coincidencia es positiva. Profundicemos un poco en las coincidencias cuando los partidos imponen a la sociedad la “ideología de género”, esa teoría de que los seres humanos no se dividen en dos sexos, y, por tanto, las diferencias entre el hombre y la mujer, más allá de las diferencias anatómicas, no corresponden a una naturaleza fija, sino que son producto de una cultura. De este modo, la diferencia entre los sexos es algo convencional y que cada uno puede “inventarse así mismo”. Para imponer esta “ideología”, nuevo dogma en nuestra sociedad, ha de crearse una estrategia para evitar, por ejemplo, la considerada “discriminación basada en la orientación sexual e identidad de género”. Para ello, empezando por los niños, se considera prioritario formarles en “actitudes correctas desde una edad temprana”. Y, ¿qué pasa con la libertad de expresión o la libertad religiosa que tienen los padres para educar a sus hijos según sus convicciones éticas y no aceptan esa “formación”? Eso es lo grave. Se dice ya por organismos de Naciones Unidas que esa libertad no constituye un derecho absoluto de los padres y que podrá ser limitada. Y se explica, consecuentemente, que “libertad de expresión o libertad de conciencia” ha de entenderse como un dar a todas las religiones y expresiones el mismo rango o valor y de este modo se anulen entre sí. O sea, claramente no darles ningún valor. En este orden de afirmaciones, he visto citadas unas palabras de Hillary Clinton, candidata a la Presidencia de Estados Unidos hace solo unos meses, que revelan por dónde van las cosas: “Las creencias religiosas han de modificarse (!). Los gobiernos deben emplear sus recursos coercitivos para redefinir los dogmas religiosos tradicionales”. ¿Estaría en la mente de esta señora convocar un concilio laico para ello, si hubiera sido Presidenta? Estamos, pues, ante temas muy serios y para nada lejanos de nuestro ámbito social. De momento, yo veo un peligro claro, el de que a padres, sobre todo a padres católicos, se les impida en la escuela oponerse a que sus hijos reciban orientación sobre su “identidad de género”. Existen ya leyes, presentes en varias autonomías gobernadas por partidos de todo el espectro político, que en la práctica limitan la libertad de los padres, de modo que se fuerza a que los niños sean formados en “actitudes correctas” sobre su identidad de género, como propugnan esas leyes. Se puede igualmente señalar otro ejemplo. En un debate que ha tenido lugar en el congreso de un partido constitucionalista, mayoritario en el Parlamento, se ha empleado más tiempo en el debate sobre la maternidad subrogada (utilización del vientre de una mujer para gestar, a cambio de dinero, al hijo de otra o de otros) que el que podría haberse empleado, por poner un ejemplo, sobre la maternidad a secas. Y esto en un país con una tasa de fecundidad alarmante y peligrosamente baja. Pero curiosamente en este tema, como en otros semejantes (aborto, eutanasia, etc.), después de mucho hablar y considerar, nunca se sabe al final qué piensan algunos partidos ni cuál es su postura. Otros partidos y formaciones políticas sí lo dicen con claridad. Tal vez esta manera de enfocar lo relativo a la vida humana, a la familia y la ayuda que necesita, explica la indiferencia en los poderes públicos hacia proyectos que pretenden ayudar a mujeres que no quieren abortar, pero se encuentran solas, a mujeres que han sufrido los efectos nefastos del aborto, a mujeres y aun familias que se encuentran sin recursos para sacar adelante a sus hijos, rescatados de un aborto posible. Es el Proyecto Mater, que nuestra delegación de Familia y Vida junto con Cáritas Diocesana desarrolla en nuestra Diócesis. Solo el esfuerzo de tantos cristianos o personas interesadas por una cultura de la vida acogen con cariño y generosidad a estas mujeres y sus hijos. Ellas no quieren abortar y sus hijos quieren vivir; también aquí encuentran verdadera ayuda para soportar y superar los efectos del aborto entre nosotros. Un apartado que no considera la ley del aborto todavía vigor en España, que sigue manteniendo el aborto como derecho de la mujer. Braulio Rodríguez Plaza Arzobispo de Toledo y Primado de España

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