COMENTARIO DE UN CATÓLICO DE A PIE

La reflexión se apoya en la comunicación que da origen a la comunidad. Iniciada por el derramamiento del Espíritu Santo, la “koinonia” es forjada por la Eucaristía y da lugar a la comunicación hasta de los bienes materiales, como consecuencia del amor. Amor de hechos y no de palabras, comunicación que afecta incluso “a tus bolsillos”, porque si no alcanza a éstos, no hay verdadera conversión.

Porque los primeros cristianos estaban unidos en la vida por la Eucaristía, por la oración y por la predicación de los Apóstoles, y ponían sus bienes en común, los paganos decían de ellos “mirad como se aman”. Era un amor, que no se detenía en las palabras, sino que se traducía en obras.

Esas obras que impiden la indiferencia ante las necesidades del prójimo. Cuando Pablo y Bernabé son enviados, se les recuerda que no olviden a los pobres. Y San Pedro dice que no han mentido a los hombres, sino a Dios, cuando Ananías y Safira retienen parte de lo obtenido por la venta de sus tierras en lugar de poner todo a disposición de los hermanos. No se está cerca de la Iglesia cuando se busca en ella el propio interés.

Por todo ello, pide el Papa para toda la Iglesia un Espíritu de ternura y una solidaridad maternal.

J.M.M.

COMENTARIO DE UN CATÓLICO DE A PIE

Con fundamento en la curación del paralítico, en la Puerta Hermosa del Templo de Jerusalén, milagro realizado por los apóstoles Pedro y Juan, el Papa nos recuerda que un lisiado no podía entrar en el Templo porque su enfermedad era considerada un castigo de Dios. Por eso está sin entrar y mendigando. Pide dinero y recibe algo mucho más valioso: su curación. Que se le concede en nombre de Jesucristo, y tomando Pedro la mano para ayudarle a levantarse.
Esto es muestra de una Iglesia, que acoge a todos, que tiene el poder de Jesucristo, y que debe saber, también cada uno de nosotros, que hay valores muy superiores a la limosna en dinero, como es el testimonio de nuestra alabanza y de nuestra gratitud a Dios, a Quien debemos pedir saber mostrarlo a los demás.

J.M.M.

Guardaos de toda clase de codicia

Tres eran los pensamientos del protagonista de la parábola que hoy recoge el Evangelio, a saber: lo mucho que había acumulado, los muchos años que con estos bienes tiene asegurados y la tranquilidad y el bienestar de que va a gozar. La realidad que la Providencia de Dios le depara es, que solo va vivir unas horas, que en lugar de disfrutar tendrá que dar cuenta a Dios, y que sus muchos bienes los va a poseer otro.
La enseñanza más importante es que, si es cierto que los bienes materiales tiene su valor y nos son necesarios, no dejan de ser un “medio” que Dios nos proporciona para vivir y para compartir con quien los necesite, porque la codicia, el deseo desproporcionado de tener más bienes no satisface el corazón.
La petición a la Virgen es que no nos fascinen los bienes que pasan, sino que seamos testigos creíbles de los valores del Evangelio.

J.M.M.