Nuestra sociedad civil

Nuestra sociedad española y toledana sin duda tiene muchos problemas y pasa por una crisis no sólo de valores, sino sobre todo de virtudes, que poseídas por hombres y mujeres concretos impulsen a los demás a conductas virtuosas, hacia el bien común. Hay demasiada arrogancia, demasiada corrupción, excesivo apoderarse de lo ajeno y buscar sólo el propio interés. Pero seríamos injustos si pensáramos que todo está mal en nuestra sociedad y que no hay esperanza; que ya no hay hombres y mujeres que sean capaces de esforzarse por los demás, de arriesgar su vida por causas justas, que trabajan en la sombra haciendo el bien, sin alharacas, sin buscar recompensas. Me permito indicarles que observen a su alrededor. Creo que verán que hay mucha gente que merece la pena.

No hace muchos días, me decía una persona que hay gente magnífica en la llamada “sociedad civil”. Lo afirmaba a propósito del buen hacer y el ejemplo estupendo de bomberos de Talavera de la Reina en cómo ejercieron su cometido en el reciente derrumbe de un tiempo parroquial en esa ciudad, con gestos muy de agradecer. Pero lo mismo hacen otros bomberos en ocasiones parecidas o en catástrofes en España o fuera de ella. Otros ejemplos podrían mostrarse de miembros de los cuerpos de seguridad del Estado, que ustedes sin duda conocen. Y en el mundo de voluntariado estos gestos se pueden multiplicar hasta el infinito.

Estoy hablando de personas sencillas de nuestro entorno, sin especificar si son católicos o no. Yo conozco tantos hermanos en nuestras comunidades parroquiales que son coherentes con la fe que profesan. Por supuesto, y que nos dan cada día una lección de amor a los más necesitados. En absoluto creo yo que la fe impida el ser virtuoso; al revés, la fe y el amor cristiano da un enorme impulso para mover a esta sociedad nuestra al bien. Pero ahora estoy hablando en general, de tanta gente buena que son un verdadero aldabonazo a nuestra conciencia egoísta y que no duda en ayudar y dar ejemplo. ¿Por qué, entonces, existe tanto pesimismo entre nuestros contemporáneos? No hay una sola causa; hay muchas. Ahora aludiremos a alguna de ellas.

Pero quiero referirme ahora a otro asunto: yo sé que el pecado es una realidad con la que no cuentan muchos de los agentes sociales influyentes en nuestro mundo a la hora de resolver problemas, pero el ser humano tiende al bien, tiene nostalgia de él; se mueve por amor, aunque sea por caminos en ocasiones torcidos. No busca el mal por el mal. Por eso es tan importante que haya padres que den ejemplo a sus hijos y profesionales que sean honrados, buenos sacerdotes que sirvan a sus fieles y a quienes no lo sean, buenos profesores que saquen de sus alumnos cuanto bueno tiene éstos en su interior. Por eso igualmente es tan importante que los políticos, o la sociedad política, den buenos ejemplos, sean virtuosos. Sí; ser virtuoso no significan que tengan que ser católicos practicantes. Ya nos gustaría, si ellos lo desearan.

No se asusten, que no estoy diciendo que haya partidos católicos, que respondan a las expectativas en todo de los discípulos de Cristo, sino que haya católicos en los partidos. Estoy diciendo que los hombres y mujeres que se dediquen a la noble tarea de la política, de la vida pública, deben ser virtuosos, sin doble cara, sin doble vida, dando ejemplo de servicio a los demás. ¿No lo son los actuales? No soy quien para emitir ese juicio de ninguna persona en particular, pero la clase política debe aprender la lección de estos últimos años, de estos últimos meses. Les necesitamos, pero para que sirvan a la sociedad y no a ellos y a sus partidos o ideologías. Bastantes han sido los malos ejemplos y las malas costumbres a la hora de tratar de resolver los verdaderos problemas. Yo pido a Dios por ellos. Precisamente porque son necesarios y tanta gente buena sigue esperando.

+Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Toledo

Angelus del Papa – Domingo 23 de octubre

Al finalizar el rezo del Angelus, el Papa Francisco dirigió un renovado llamamiento a favor de la paz de la región de Oriente Medio, en particular, por la población en Irak, saludó a los peregrinos polacos y a la comunidad peruana en Roma.

«En estas horas dramáticas, soy cercano a la entera población de Irak, en particular a aquella de la ciudad de Mosul. Nuestros ánimos han sido sacudidos por los terribles actos de violencia que desde hace demasiado tiempo se están cometiendo en contra de los ciudadanos inocentes, sean musulmanes sean cristianos, pertenezcan a otras etnias o religiones. He quedado dolorido al escuchar las noticias del asesinato a sangre fría de numerosos hijos de aquella amada tierra, entre los cuales también tantos niños. Esta crueldad nos hace llorar, dejándonos sin palabras. A la palabra de solidaridad se une la certeza de mi recuerdo en la oración, para que en Irak, aunque si está siendo duramente golpeada, sea fuerte y firme en la esperanza para que pueda dirigirse hacia un futuro de seguridad, de reconciliación y de paz. Por esto pido a todos ustedes unirse a mi oración, en silencio”.

Posteriormente, el Pontífice saludó con cariño a los numerosos peregrinos reunidos de diferentes partes del mundo. En primer lugar, como es habitual, el Obispo de Roma bendijo a grupos procedentes de diferentes diócesis de Italia, y aunque si no pudo saludar a cada uno de los tantos grupos de fieles presentes de las parroquias italianas, los animó a «continuar con alegría su camino de fe». Después, saludó a los peregrinos de Polonia que viajaron a Roma con ocasión del 1050º aniversario de la presencia del cristianismo en la tierra natal de Juan Pablo II.
Por otro lado, el Papa Francisco dirigió un pensamiento especial a «la comunidad peruana de Roma, reunida con la sagrada imagen del Señor de los Milagros».

«Están presentes grupos de fieles de tantas parroquias italianas: no me es posible saludarlas a cada una, pero los animo a continuar con alegría su camino de fe. Dirijo un pensamiento especial a la comunidad peruana de Roma, aquí reunida con la sagrada imagen del Señor de los Milagros».

«A todos les doy las gracias y les saludo con afecto. Buen domingo. Y por favor, no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y ¡hasta pronto!».

Domund ´2016 – Sal de tu tierra

Todos estamos invitados a “salir”, como discípulos misioneros

¿A dónde tenemos que ir como discípulos de Jesús? Está claro: a llevar el mensaje de la ternura y la compasión de Dios a toda la familia humana. Pero, ¿quién nos hace esa invitación? Alguien que está haciendo esta misma llamada desde hace muchos siglos, cuando le dijo a Abraham, el padre de los creyentes: “Sal de tu tierra, de tu patria, de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré” (Gén 12,1). ¿Desde hace tanto tiempo está Dios así? Sí, y Abraham salió a una nueva tierra. Y muchos lo hicieron a los largo de estos casi 40 siglos desde que fue invitado Abraham. “Pero yo estoy bien aquí”, dirás; “¿por qué tengo que salir de mí mismo, de mi casa, de mi comodidad?”. Aunque aquí haya muchos problemas y trabajo que hacer, se necesitan cristianos que, como discípulos misioneros, pongan al servicio de los demás los propios talentos, sabiduría y experiencia.

¿Quién envía? El envío y el destino lo hace Jesucristo y su Iglesia; y el papa Francisco, y el Obispo de una Diócesis, y una comunidad concreta. Entonces, ¿todos debemos ser misioneros en América, África, Asia y Oceanía? Hay que sentirse enviado todos, y no de la misma manera, a la misión que decimos “ad gentes”, pues es universal y no tiene fronteras. Esta misión “ad gentes”, a lugares donde la Iglesia de Cristo no está presente o está comenzando, es necesaria, porque hay mucha gente que está esperando lo más grande de Dios: su mensaje de ternura y compasión. El Padre de los cielos siente una profunda alegría cada vez que encuentra a una criatura humana frágil, que necesita el amor del Dios bondadoso, atento y fiel. Dios Padre quiere, por eso, que la manifestación más alta y consumada de su misericordia, que es Jesús, su Hijo, sea conocido y ofrecido a todos. Aceptando a Jesús, siguiéndole a Él como camino y por medio de su Evangelio y de los sacramentos, podemos llegar a ser misericordiosos como nuestro Padre de los cielos.

Tenemos que tener muy en cuenta, queridos católicos toledanos, que la Iglesia, de la que formamos parte es, por, en medio de la humanidad, la primera comunidad que vive de la misericordia de Cristo. Y ésta ha de llegar a todas partes. ¿Quiere esto decir que todos en esta Diócesis hemos de partir a todos los continentes y ser misioneros “ad gentes”? No será verdad tanta hermosura. No es eso. Todos tenemos que salir de nosotros mismos y amar y servir a los demás. Necesitamos esos misioneros que vayan a la misión. Ellos son lo mejor de lo mejor entre los discípulos de Jesús: hombres y mujeres, testigos del amor de misericordia. Y hemos de orar por ello y ayudarlos desde aquí.

Pero también son misioneros los que aquí vivimos, si verdaderamente somos testigos del amor de Jesucristo. Aquí debemos hacer el servicio de la caridad, junto a la labor evangelizadora. Aquí se necesitan católicos que no se queden en su “corralito”. Está la labor educativa, las campañas de ayuda en favor de esta o aquella misión o misionero. Si tú no estás preocupado por el servicio materno de la misericordia, que tanto ayuda a los pueblos que todavía no conocen al Señor, para que lo encuentren y lo amen, no eres misionero ni aquí ni allí, y no podrás oír la voz del Señor que dice: “Sal de tu tierra”. Lo único que harás será echar unas monedas al cestillo el día del Domund. Y eso no es.

Se necesitan misioneros “ad gentes”, personas concretas que vayan. Hay católicos que no pueden ir. Conozco a una comunidad de monjas de clausura que idearon ser misioneras, fundando una comunidad en África, no para salir del monasterio e ir de acá para allá. No. Enviaron allí a algunas Hermanas y desde España empeñaron su trabajo y su dinero. Pero desde allí, en África, les llegó la fuerza para tener un corazón más grande y universal, que da sentido a lo pequeño de cada día. Saben que su vida escondida en el claustro da fruto en el mundo entero.

Debemos estar inquietos por ese Cristo que deben conocer los que no han oído hablar de Él. Estar inquietos aquí; de lo contrario, ¿cómo habrá alguien que quiera marchar a otros lugares para anunciar la Buena Nueva de Jesús y ser misionero “ad gentes”? “Sal de tu tierra” será una invitación que siempre sonará porque el Dios vivo sigue haciéndola. ¿Llegará hasta ti?

+Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Toledo

Ignorar las escrituras es ignorar a Cristo

En el Programa pastoral 2016-2017 ocupan un lugar destacado las actividades que tiene como fin dar a conocer la Sagrada Escritura en la vida de los hijos de la Iglesia y en su iniciación cristiana: Jornadas de Pastoral; la aventura de adentrarnos en la Biblia en familia con la “lectio divina”; las charlas básicas para fieles laicos, sacerdotes y consagrados sobre la Escritura Santa en cursos concretos; proyectos para fomentar la lectura de la Palabra de Dios; curso de profundización en cinco sesiones interesantes; creación de grupos bíblicos, publicación del evangelio de san Mateo en árabe; concurso en torno a la Palabra de Dios en colegios, catequesis y familia. También pensamos en peregrinación diocesana a Tierra Santa, para leer “el quinto evangelio”. El mismo Arzobispo ha escrito una carta pastoral, “Conocer las Escrituras es verdadero alimento y verdadera bebida”, que no quiere ser sino un acicate más para romper la inercia que nos lleva a una verdadera ignorancia sobre la Biblia. Se impide así nuestro trato filial y la oración con Aquel que nos abre su corazón para llevar adelante la nueva alianza en Cristo, su Hijo Amado.

Ya el Concilio Vaticano II insistía en sus documentos que, a través de la Escritura, Cristo se hace presente en su Iglesia y en el mundo: “Está presente en su Palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla” (Sobre la Liturgia, n. 7). Todos los otros medios que llevan al conocimiento de Dios palidecen ante este “unum necessarium”, esto es, lo que es indispensable y universal por lo que el Espíritu Santo continúa el coloquio, la conversación amorosa con su Esposa, la Iglesia, hasta el fin de los siglos. Es precepto del Señor cuando nos dice: “Escudriñad las Escrituras (…), pues ellas están dando testimonio de mí” (Jn 5,39). Así no tendrá que decirnos Jesús como a sus contemporáneos: “No entendéis las Escrituras ni el poder de Dios”.

Pero hay más. Cristo, dice san Pablo, es el poder de Dios y la sabiduría de Dios; por esta razón, el que no conoce las Escrituras no conoce el poder de Dios ni su sabiduría, porque “ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo”. Esta frase de san Jerónimo, en su comentario al profeta Isaías, da que pensar y tal vez explica el bajo tono de vida cristiana en los católicos de hoy, o nuestro despiste y ambigüedad sobre lo que es más nuclear y esencial de nuestra fe. También puede explicar que nuestra relación con el Dios Trinidad sea a veces tan fría, tan distante. Cambiaría si cada día leyéramos un trozo de la Palabra de Dios.

Brevemente: la “lectio divina” es una lectura, individual o comunitaria de un pasaje más o menos largo de la Escritura, el cual es acogido como Palabra de Dios, y por ello se realiza bajo la influencia del Espíritu Santo, cuya ayuda se pide. Tras la del texto, se vuelve a leer para ver qué me dicen a mí esas palabras, que se meditan y se contemplan como regalo de Dios, que sirve para rezar. El texto escogido lo leemos “en la Iglesia”, que decía el documento conciliar del inicio, porque esa lectura es la que se corresponde mejor con la intención de Dios al redactarlo el autor humano de la Biblia, sea el libro que sea. Para aquellos que la practican, esta “lectura divina” les afina la percepción, les enriquece el entendimiento, levanta el error y la culpa, expulsa la vanidad, ordena la vida, corrige los malos hábitos y despierta un deseo por Cristo y la Patria celestial. Esta es la opinión del monje benedictino Smaragdo.

La carta anima, por supuesto, a romper esa especie de dura corteza que nos impide penetrar en la Escritura y gozar de sus consuelos. Lo cual vale para niños, adolescentes, jóvenes y adultos. ¿Por qué, pues, no formar parte del proyecto “Bebet-ab” de iniciación a la “lectio divina” en familia a la que anima el Programa pastoral de este año? ¿O participar de un grupo que en tu parroquia se cree que siga un plan de conocimiento elemental de la Biblia? O, si eres cofrade, ¿te animas a la práctica de la lectio divina preparada para miembros de Hermandades y Cofradías? Todo menos quedarte de brazos cruzados y sin hacer nada que merezca la pena, para salir de tu posible aburrimiento en tu vida cristiana.

+Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Toledo

El Papa pide orar por los periodistas en el mes de octubre

La intención universal del Papa Francisco para este mes es: “Para que los periodistas, en el ejercicio de su profesión, estén siempre motivados por el respeto a la verdad y un fuerte sentido ético”.

“El periodismo no puede convertirse en una arma de destrucción de personas o pueblos o alimentar miedos ante los cambios o fenómenos como la inmigración forzada por la guerra o el hambre”. Son palabras fuertes del Papa al Consejo Nacional italiano de la Orden de los periodistas, el pasado 22 de Septiembre en Roma.
Allí, el Santo Padre les dio tres consejos que tienen total vigencia para nosotros:

1.- El amor a la verdad debería ser la primera premisa de todo periodista en la que no sólo se la afirme sino también que se la viva. El Papa pide “llegar lo más cerca posible a la verdad de los hechos y no decir o escribir algo que, en conciencia, sabes que no es cierto”.

2.- Trabajar con profesionalidad, interiorizando el sentido del propio trabajo. “En el periodismo – les decía el Papa – no todo es negro y blanco, sino que también existen matices y que se debe ser capaz para de discernir entre los matices”.

3.- Respeto a la dignidad humana. Porque están en juego en muchas ocasiones, sentimientos y emociones de personas concretas. “Los periodistas – dice el Papa – pueden recordar cada día a todo el mundo que no hay conflicto que no pueda ser resuelto por las mujeres y hombres de buena voluntad”.

Como en otras ocasiones el Papa subrayó como con la lengua también se puede matar a una persona. Es por ello que considera los “chimes” en distintos ámbitos de la vida como una especie de terrorismo donde se aniquila la dignidad del otro.

“Este mes, cuando leamos un artículo en un periódico, escuchemos la radio, miremos las noticias en la televisión, o en las redes sociales, no olvidemos los periodistas que están detrás. Llevemos en nuestra oración estos hombres y mujeres, los cuales muchas veces luchan, hasta a veces arriesgar sus vidas, para que estemos informados”.